
Hasta el amanecer
fue el pacto sagrado
que no habría de ser
jamás quebrantado.
Tu cuerpo y el mío
en perfecta aleación,
fundiéndose al fuego
de nuestra pasión.
La luna curiosa
desde la ventana,
de forma tramposa
su rostro asomaba
para contemplar.
Y el propio cupido
esa misma noche
aprendió a suspirar.
La noche avanzaba
y llegó la mañana,
el instante final...
Que cruel ironía
cuando amanecía
ocaso de amor
mi ser invadía. Leonardo67.
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